Madrid, España.- El Museo Thyseen-Bornemisza de Madrid ofrece un recorrido por la historia del arte, desde el siglo XIII hasta finales del XX, a través de unas mil obras, en el Palacio de Villahermosa.
Por primera vez en sus casi 25 años de historia muchas de estas obras se presentan de una forma diferente, e incluso sorprendente, en forma de diálogos, compartiendo sala e incluso paredes, maestros en principio opuestos como El Greco y Marc Chagall o Rembrandt y Picasso, proponiendo una lectura transversal siguiendo una serie de hilos conductores como son el arte religioso, el retrato, la naturaleza muerta, el paisaje y las vedutas. Los afortunados que podrán ver esta nueva presentación no serán los madrileños, visitantes habituales de esta gran pinacoteca abierta al público en 1992, sino los barceloneses. La exposición que se celebra en Caixaforum hasta el 5 de febrero, no podría tener otro título que Un Thyssen nunca visto y la comisaría Guillermo Solana, director artístico del museo, que no duda en animar a los madrileños a “venir a verla ya que les sorprenderá”.
Una crucifixión de Uccello, una de Gerard David y otra de Juan de Flandes permiten ver los diferentes tratamientos del tema y son el punto de arranque de la muestra. “No es solo una colección de tesoros, sino una herramienta para ver la historia del arte de otra manera; es una exposición con un ritmo muy binario que permite mostrar afinidades y contraposiciones entre artistas y obras, una especie de juego de diferencias”, ha explicado Solana antes de comenzar un recorrido explicando de forma didáctica y amena las obras. Con la fluidez que le caracteriza y ante La Virgen de la Humildad, pintada alrededor de 1433 por Fra Angelico y depositada en el MNAC no ha dudado en decir que “es una de las mejores obras de la colección Thyssen, que desde Madrid reclaman. Es mejor que la que ha comprado el Prado de la duquesa de Alba”.
Los retratos se han seleccionado “con un sentido amplio, no solo de personajes reconocidos”. Son bellísimos todos, en especial Retrato de una joven dama con rosario, de Rubens, “el mejor retrato del museo”, o el Autorrerato con gorra y dos cadenas, de Rembrandt, “una joya absoluta de la colección”, según Solana, que asegura que muestra como el pintor holandés construyó su imagen “como si fuera un personaje antiguo”. Muy cerca está una obra de Tiziano, Retrato de Antonio Anselmi o el exquisito El retrato de un hombre robusto de Robert Campin. Cierra este ambiente el enorme Arlequín con espejo de Picasso “la cumbre de su periodo neoclásico, aunque cuanto más se mira, menos neoclásico se ve esta pintura camuflada del propio Picasso, ya que con un arlequín que al principio tenía su rostro”. En este ambiente también pueden verse un San Jerónimo penitente de José de Ribera, junto a una obra de Giacometti y otra de Lucian Freud, además de otro icono de la pintura como es Habitación de hotel, de Edward Hopper, metáfora de la soledad reflejado en esta joven semidesnuda que lee, explicó “no una carta como se ha dicho sino un horario de trenes”, algo menos romántico.
Las naturalezas muertas están firmadas por autores como Heda, William M. Harnnet, Paul Cézanne, Juan Gris, Picasso o Paul Klee mientras que los paisajes, tanto exteriores de árboles y bosques como Joachim Patinir, Jan Brueghel I, Philips Koninck, Hobbema, Gustave Courbet, Ruysdael, Emil Nolde, Max Ernst, pero también interiores como un pequeño y delicioso Jean-Baptiste Corot del interior de la iglesia de Mantes. El recorrido termina con las vedutas, las típicas venecianas de Canaletto y Michele Marieschi pero también las nórdicas “en las que se inspiran las del sur” de Berckheyde y las del Maestro del Monograma IDM, enfrentadas a otras vistas urbanas como la Rue Saint-Honoré por la tarde de Camile Pissarro, la vista rural de Kandinsky o la hiperurbanas de Max Weber o las cabinas telefónicas de Richard Estes.
Fuente:El País Cataluña.