En un emocionante avance científico, un equipo internacional liderado por el profesor asociado Toshihiro Fujii de la Universidad Metropolitana de Osaka ha logrado captar el segundo rayo cósmico más enérgico jamás registrado.
Apodado “Amaterasu” en honor a la deidad japonesa del Sol, este fenómeno celestial impactó la Tierra el 27 de mayo de 2021, siendo observado a través del proyecto del Telescopio Array.

Los rayos cósmicos, partículas cargadas de energía provenientes de fuentes galácticas y extragalácticas, pueden alcanzar niveles impresionantes de más de mil 18 electronvoltios, o un exaelectrónvoltio (EeV), que es aproximadamente un millón de veces la potencia de los aceleradores de partículas más poderosos creados por el ser humano.
Amaterasu, con su energía extremadamente alta de 244 EeV, equivalente a 2.4 billones de veces la energía de un rayo terrestre convencional, se destaca como un fenómeno excepcionalmente raro. El profesor Fujii expresó su asombro al descubrir este rayo cósmico de energía ultra-alta, calificándolo como sin precedentes en las últimas tres décadas.
El descubrimiento se anunció en un artículo científico publicado en la revista Science, donde el equipo destacó la rareza de Amaterasu y su potencia, solo superada por el rayo cósmico “Oh-My-God” observado en 1991, con una energía de 320 EeV.
A pesar del éxito en la observación, los investigadores aún no han determinado la procedencia de Amaterasu. El misterio que rodea a este fenómeno impulsa al equipo a continuar su compromiso con el Telescopio Array, con la esperanza de mejorar sus capacidades y desentrañar los secretos de los rayos cósmicos.
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Hasta el momento, no se ha identificado ningún objeto astronómico que coincida con la dirección de Amaterasu, lo que sugiere posibilidades de fenómenos astronómicos desconocidos y orígenes físicos novedosos más allá del modelo estándar. Fujii subrayó la importancia de este descubrimiento para avanzar en la comprensión de los rayos cósmicos y sus enigmas.
El Telescopio Array, un detector experimental especializado en rayos cósmicos, ha estado en funcionamiento desde 2008, abarcando 507 estaciones de superficie centelleadoras que cubren un área de 700 kilómetros cuadrados en Utah, Estados Unidos. El equipo ahora espera ansioso nuevas mejoras en sus capacidades para seguir explorando los misterios del universo.