Testimonios recabados dan cuenta de que, cuando menos desde 2006, el médico Jesús Luján Irastorza cometió violencias y malas prácticas que afectaron tanto a sus pacientes como a los bebés que esperaban.
En 2009, Andrea vivió su embarazo en principio con aparente normalidad. Sin embargo, a partir del cuarto mes, comenzó a experimentar complicaciones.
En la semana 16, era tiempo de hacer un cuádruple marcador pero Luján decía que ella estaba bien y había que intervenirla lo menos posible.
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Para la semana 38 Andrea acudió con Luján y tuvo una cesárea de urgencia; su bebé fue llevada directo a terapia intensiva. El médico le informó que su hija tenía Síndrome de Edwards.
Este síndrome es detectable en exámenes que pueden realizarse en el primer y hasta el segundo trimestre, cuando el médico observa un útero inusualmente grande y exceso de líquido amniótico. A Micaela la operaron a corazón abierto a los tres días de nacida. A las tres semanas, falleció.
En 2012, a sus 26 años, Fernanda experimentó una compilación similar. Un parto que Luján calificó con un 9 de 10 —con contracciones que ella describe como muy fuertes y aceleradas y con las que, aun así, la mandaron a esperar— terminó en una cesárea tardía.
Al ver que en sus primeros años de vida su hijo tenía convulsiones, su persistencia para investigar con varios neurólogos finalmente llevó al diagnóstico de epilepsia por sufrimiento fetal. Esta afectó a su hijo mayormente en sus primeros seis años; aunque después encontraron la dosis de medicamentos necesaria para que llevara una vida normal, aún resiente algunos efectos.
Con información de Animal Político.