En una sorpresiva decisión que ha generado controversia en la región sudamericana, las autoridades del fútbol anunciaron el miércoles que el Mundial de fútbol 2030, inicialmente propuesto como una candidatura conjunta entre Argentina, Uruguay, y Paraguay, se jugará mayormente en Europa, específicamente en España, Portugal y Marruecos.
La candidatura sudamericana, presentada con entusiasmo y promesas de evitar inconvenientes históricos, se ve empañada por la noticia de que solo los tres primeros partidos del torneo se llevarán a cabo en suelo sudamericano. La decisión, sujeta a ratificación por un congreso de la FIFA el próximo año, ha generado reacciones encontradas.
Hace años, los líderes de Argentina y Uruguay expresaron la importancia de anticiparse a posibles problemas en la organización del evento, subrayando la necesidad de una cuidadosa planificación.
Sin embargo, la actual distribución del torneo ha llevado a algunos a calificarlo como un alejamiento de las tradiciones y un revés para los sueños mundialistas de la región.
El geógrafo y profesor asociado de la Universidad de Nueva York, Christopher Gaffney, señala que la ausencia de representación sudamericana en la organización del torneo es un fracaso, destacando que Brasil, hace diez años, fue el país anfitrión.
La decisión de llevar la mayoría de los partidos a Europa ha provocado descontento en la región, recordando la histórica celebración del primer Mundial en 1930 en Uruguay. En aquel entonces, la elección de Uruguay como sede no solo reconoció su éxito en torneos olímpicos, sino que también demostró su capacidad organizativa, respaldada incluso por fondos públicos.
Las reacciones de los líderes sudamericanos ante la noticia varían. Mientras el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, celebró la noticia como un reconocimiento a la historia del fútbol, otros han expresado preocupación sobre la falta de representación sudamericana en la organización integral del evento.
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, describe la decisión como un gesto de unidad en un mundo dividido, destacando la colaboración de seis países de tres continentes. Sin embargo, críticos argumentan que esta decisión se aparta de la tradición de celebrar los mundiales en una sola región y diluye la esencia de la competencia.
Aunque las autoridades del fútbol sudamericano presentan la noticia como motivo de celebración, las críticas sugieren que la región ha perdido la oportunidad de organizar completamente el torneo, lo que podría haber generado beneficios económicos y de infraestructura.
La pregunta persistente es quién asumirá los costos de los tres partidos iniciales en Sudamérica, y algunos expertos advierten sobre las demandas económicas y sociales que podrían surgir con la llegada de la FIFA.
En un momento en que la región enfrenta desafíos económicos, violencia, corrupción y falta de infraestructura, la decisión de llevar la mayoría de los partidos a Europa se percibe más como un consuelo que como un reconocimiento comparable al Mundial de 1930.
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