A veces pensamos que la migración es mala, pero depende del cristal del con el que se mire ser migrante. El habernos convertido en la “border patrol” de los Estados Unidos (EEUU) ha sido por décadas nuestra tarea. Siendo que, en el actual sexenio se reforzó no solo con el Instituto Nacional de Migración (INM), sino también con la Guardia Nacional (GN).
El estimado de estadounidenses que viven en nuestro país es de aproximadamente 1.6 millones, aunque las cifras oficiales rondan en lo 800 mil. De ahí, 57 mil son provenientes de Guatemala y en tercer lugar se encuentran los venezolanos con casi 53 mil. Es decir, el 66% son de nacionalidad estadounidense y gran parte de ellos viven un sueño que les fue vendido. Que aquí sus dólares, los de su jubilación, les alcanza para más y generan una derrama económica en varias ciudades de México. Por lo que esa migración hace que lleguen dólares a nuestro país, más la remesas, más el turismo. México tiene muchos dólares, lo que ha ganado terreno en la paridad respecto del peso mexicano. No por solidez económica, sino por una balanza natural de la oferta y la demanda: a muchos dólares, baja su precio en el mercado.
Volviendo al tema, México ha mandado cerca de 39 millones de migrantes nacionales a Estados Unidos, al igual que Guatemala, Honduras, El Salvador. El 63% de los latinos en EEUU son mexicanos, que mandan 58.5 mil millones de dólares a nuestro país al año.
Las migraciones han sido y son históricas. El ser humano busca mejores condiciones de vida, económicas, de desarrollo personal y de oportunidades. Somos un país productor y receptor de migrantes, antes el indocumentado era catalogado como ilegal (penalmente) empero hoy la figura es netamente administrativa. Por ello, lo acontecido hace unas semanas en Ciudad Juárez no debe quedar impune. Ser migrante es por necesidad humana, no es por maldad.