Playa del Carmen, Quintana Roo.- Aunque actores y cantantes lanzaron un grito de ayuda para frenar la construcción del nuevo trazo del tramo 5 del Tren Maya, hoy todavía al interior de Quintana Roo, los grupos ecologistas y de la sociedad organizada permanecen inmóviles y dejan solos en su lucha a los ecologistas de Playa del Carmen. Quienes advierten que de concretarse la obra, pudiera ser el peor desastre ecológico que se tenga conocimiento en la Península de Yucatán, y que pone en riesgo el atractivo de playas y turismo de la Riviera Maya y Cancún.
En cuatro ocasiones se ha cambiado el trazo, sin estudios de ningún tipo, sólo por decreto y órdenes desde la Presidencia de la República; cientos de millones de pesos tirados a la basura.
Los ecologistas que han dado la batalla y que han llamado a la conciencia son los radicados en Playa del Carmen, pero están solos, no se ve el apoyo ni la suma de esfuerzos y voluntades, de grupos defensores de la tierra ubicados en otros municipios quintanarroenses. Algunos temerosamente han dado un pronunciamiento en medios de comunicación o la simple estampa de su logotipo.
Defensores del jaguar, de los cenotes, de las cavernas, defensores de plantas, buzos, al menos unos veinte grupos de ecologistas de Playa del Carmen, con estudios en mano, evidencias y advertencias, nunca han sido escuchados por las autoridades municipales, estatales ni federales; apelan al apoyo internacional, pero es muy poco el tramo que han logrado alcanzar.
El desastre ecológico en ciernes dañará lo mismo que a empresarios hoteleros, restauranteros, de tours, pero, sobre todo, marcará un antes y un después para los habitantes de la Península de Yucatán, porque es el daño ecológico de mayor impacto que se haya tenido en varios años.
La devastación hasta ahora, podría tardar más de 50 años en recuperarse, pero no será igual, se ha dejado una huella humana producto de la arrogancia, el autoritarismo, la barbarie, algo que supuestamente hicieron los otros, aquellos neoliberales que dañaron al pueblo, y hoy, por decreto, un pueblo es sometido, mientras todos son espectadores.