Enaje pone fin a su ritual de 36 años
En Filipinas, el Viernes Santo es un día que va más allá de la religión; es un acto de devoción extrema. Cada año, miles de personas asisten al impactante ritual de crucifixiones reales, una tradición que, aunque desaprobada oficialmente por la Iglesia, sigue siendo un poderoso acto de penitencia para muchos.

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Este 2025, uno de los rituales más impresionantes alcanzó su punto final con la última crucifixión de Ruben Enaje, quien por 36 años fue conocido como “Jesús de carne y hueso”. Bajo un calor abrasador de 39°C, Enaje se sometió a su última representación en la ciudad de San Fernando, Pampanga, rodeado de miles de fieles y turistas que presenciaron el evento.

Ruben Enaje, el “Jesús” de carne y hueso
A sus 64 años, Ruben Enaje dejó atrás un legado de dolor y fe. Con una amplia trayectoria en la que cada Viernes Santo se ofreció como voluntario para ser crucificado, Enaje puso fin a esta tradición personal tras 36 años de participar en estos rituales.
Este acto de fe, que incluye la crucifixión real, es conocido por su dureza y por su poder para conmover a quienes lo presencian. A pesar del intenso dolor físico y del calor extremo, Enaje afirmó que su cuerpo ya no soportaba los sufrimientos, mencionando tras la última crucifixión: “No puedo hacerlo más”.
Su sacrificio ha marcado un capítulo importante en esta tradición que sigue vigente en las tierras de Pampanga. Enaje, conocido por su dedicación a esta causa, será reemplazado por Arnold Maniago, quien, con 24 crucifixiones en su haber, tomará su lugar.
Para muchos, Enaje representa la devoción más pura, ya que cada año se sacrificaba por fe, agradecimiento o peticiones personales.

Fe, dolor y devoción que trascienden generaciones
El ritual de crucifixión en Filipinas va mucho más allá de una simple representación religiosa; es un acto cargado de emociones y significados personales.
En el mismo día de la última crucifixión de Enaje, más de 10,000 personas fueron testigos del evento, demostrando que este ritual sigue vivo y tiene un profundo impacto en la comunidad filipina.
A lo largo del evento, se realizan procesiones y rituales que incluyen a hombres jóvenes con el rostro cubierto, quienes se flagelan con látigos hechos de bambú. En algunos casos, las herramientas utilizadas están incrustadas con vidrios para intensificar el dolor, lo que agrega una capa más de sacrificio físico.
La devoción detrás de este acto está profundamente arraigada en la historia personal de cada penitente. Algunos se flagelan o se crucifican como forma de agradecer milagros que consideran les han sido otorgados. Otros lo hacen en busca de salud para sus seres queridos o como penitencia por errores cometidos en el pasado. La tradición se transmite de generación en generación, y para muchos, es una forma de conectar con una fe ancestral y poderosa.
El trasfondo emocional es también crucial para entender la magnitud de estos sacrificios. Historias como las de Mark Palma y Raymond Ducusin, dos penitentes que participaron en el ritual de este año, revelan los motivos profundos detrás de esta devoción.
Mark, por ejemplo, participó para agradecer por la recuperación de un familiar cercano, mientras que Raymond, como muchos otros, lo hizo para redimir errores personales y encontrar un sentido de paz interior.

Más que un espectáculo: una profunda conexión con la fe
Lo que en un principio podría parecer un simple acto extremo, en realidad se convierte en un espectáculo de fe, dolor y devoción. En el corazón de la provincia de Pampanga, la crucifixión de Enaje y el ritual de Semana Santa atraen a miles de turistas y fieles, que se acercan a presenciar este acto tan particular. Para muchos, la tradición de la crucifixión no solo es una muestra de devoción religiosa, sino también un recordatorio de los sacrificios personales que se hacen por la fe.

Aunque la Iglesia Católica ha desaprobado oficialmente estos actos, los organizadores y participantes defienden su valor espiritual y cultural. La devoción de los penitentes, así como el apoyo de la comunidad, sigue siendo el pilar sobre el cual se sustenta esta tradición. La imagen de Ruben Enaje, crucificado año tras año, será recordada como un símbolo de sacrificio y devoción, mientras que Arnold Maniago toma el testigo en un ritual que sigue conmocionando al mundo entero.
Fuente: 24 hrs Quintana Roo
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