Se acaba de festejar el día del niño y eso nos obliga a abocarnos a poner nuestra atención en un un tema que no figura en ninguna campaña electoral ni en las exigencias de la sociedad: la infancia y la adolescencia.
Las cifras nos muestran una realidad preocupante. En México viven más de 40 millones de niños, niñas y adolescentes. Representan más del 35% de la población, y de cuyo bienestar, depende el progreso presente y futuro del país.
Más de la mitad de ellos se encuentra en pobreza (51.1%). frente al 39.9% de la población adulta. Subsisten enormes brechas que impiden el acceso universal y equitativo a sus derechos y, los dejan en condiciones de extrema vulnerabilidad y desigualdad.
Pero lo más importante es quizás que, entre los hablantes de lengua indígena, el 91% de los niños y niñas se encuentran en pobreza. Esto es un claro indicador de las enormes desventajas que enfrenta aún la población indígena desde las primeras etapas de su vida, en su infancia. Lo cual tiene consecuencias que compromete su desarrollo físico y cognitivo y una mayor mortalidad por enfermedades prevenibles o curables, y expone al abandono escolar, entre otras.
Recordemos que, desde que México ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), el 21 de septiembre de 1990, los esfuerzos para generar mejores condiciones en este grupo de población, la infancia, han sido importantes, pero no suficientes.
Por ejemplo, de 8 mil 550 menores y adolescentes que detectó durante 2020, el Gobierno de la Ciudad de México, en la vía pública y dentro de instalaciones del Metro en el desempeño de alguna actividad productiva, la cifra se ha reducido a 2 mil 800. Esto tras la intervención del Sistema para el Desarrollo Integral de las Familias capitalino (DIF) al canalizarlos a sus módulos en los que brinda atención integral.
Se detectaron menores que incluso no estaban dados de alta en el Registro Civil. Se ofrece a sus padres ayudarlos a realizar el trámite, a inscribirlos en la escuela o a clases extracurriculares que tiene el DIF.
Para los niños en situación de calle, el abordaje consiste en que equipos multidisciplinarios que integran las brigadas están altamente especializados, se les invita a que acudan a las instalaciones del DIF en Xochicalco 1000”.
No obstante, se dice que México cuenta con las fortalezas técnicas e institucionales para lograr que el cumplimiento de los derechos de la niñez y la adolescencia sean una realidad, lo que no se ve reflejado en las cifras.
La información disponibles no es nada alentadora, en todo el País hay más de 18,000 niñ@s y adolescentes desaparecidos; 6 de cada 10 niños de entre 1 y 14 años han sufrido algún tipo de violencia en los últimos 7 años, diariamente son asesinados en promedio 3.4 niñ@s y adolescentes; hay mas de 100,000 niñ@s en situación de calle.
En diciembre de 2014, México aprobó la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (LGDNNA). Lo que constituyó un reconocimiento de este sector de la población, infancia y adolescencia, como sujetos de derechos.
La LGDNNA creó la (SIPINNA), cuya función principal es definir y coordinar las políticas públicas, servicios y acciones dirigidas a garantizar los derechos de este grupo de población. Este sistema lo conforman el presidente de la república y los secretarios de gobernación; relaciones exteriores, hacienda y crédito público, desarrollo social; educación; salud; trabajo y previsión social y el titular del sistema nacional DIF. Pero no nos han informado de los recursos ni sobre resultados obtenidos.
Vivimos una verdadera emergencia social en cuanto a los derechos de nuestros niñ@s y adolescentes, en que la prioridad debe ser la erradicación de la malnutrición infantil, al igual de la prevención de todo tipo de violencia.
Cada candidato a un puesto de elección popular debería especificar claramente sus propuestas para mejorar las condiciones del grupo que hoy nos ocupa.
No podemos dejar de mencionar el peligro que representa la invasión cultural que se encarna en el uso indiscriminado de la tecnología. Nuestros niñ@s y adolescentes deben recuperar nuestros valores, el valor de nuestra cultura y, sentirse orgullosos de ella.